viernes

ESTRELLAS: LAUREN BACALL


Lauren Bacall, registrada como Betty Joan Perske al nacer, en 1924, tuvo una vida muy afortunada y era consciente de ello. En su autobiografía publicada en 1978, Por mí misma, reeditada con material adicional en 2005 con el título Por mí misma y un par de cosas más, la palabra "suerte" aparece con más frecuencia que ninguna otra.

En estas páginas, Bacall (retratada durante mucho tiempo como una diva difícil) narra su vida con un sentido del humor, curiosidad y gratitud que dista mucho de la gélida personalidad de gran dama que se le atribuyó. Sin olvidarse de su coqueteo con el político Adlai Stevenson o su amistad con todo tipo de celebridades, desde Robert Kennedy hasta Vivien Leigh, pasando por Nicole Kidman, Bacall relata su apasionante vida de forma honesta, emotiva y vulnerable, algo difícil de encontrar en cualquier autobiografía de una celebridad.

“Me doy cuenta de que he vivido mucho tiempo, pero sigue sin ser suficiente para mí”, decía la actriz en la reedición de 2005.

Bacall se crio en Nueva York con su madre trabajadora y divorciada, con quien tenía una fantástica relación, y un grupo muy estrecho de tías, tíos y una abuela de origen rumano. Su familia, repleta de abogados y secretarias de dirección, le inculcó cómo ser “una judía modélica”, pero Bacall siempre fue una soñadora ambiciosa que tuvo muy claro que lo que quería era estar sobre un escenario.

Cuando no estaba en sus clases de interpretación (donde salió durante un tiempo con el joven Kirk Douglas), la Bacall adolescente solía pasar su tiempo libre a las puertas de lugares emblemáticos de Broadway como el restaurante Sardi’s, vendiendo ejemplares de la revista Cue en un intento por conseguir conocer a algún productor. “Solía estar ahí fuera, parando a todo el mundo para que compraran mis productos. Me dejaba los ojos tratando de encontrar algún productor, actor o cualquiera reconocible que pudiese ayudarme a conseguir algún papel. Ahora que lo pienso no estaba bien de la cabeza y era bastante impertinente, lanzada y caradura”, narraba la actriz.

Los desplegables de Bacall en Harper’s atrajeron el interés de Hollywood y pronto se vio rumbo a California para conocer al famoso director Howard Hawks. Se reunió con toda su familia en el Lindy’s antes de empezar su nueva vida. “Todos tenían fe en mí. Todos me querían. Me dejaron marchar rodeada de bromas, alegría, confianza y alguna que otra lágrima”, contaba.

En 1942, Bacall a ver Casablanca con su madre y su tía Rosalie. “A Rosalie le chiflaba Humphrey Bogart. Le resultaba muy sexy, a mí me pareció que se había vuelto loca”, cuenta. El interés de Bacall por él fue igual de escaso cuando el convincente Howard Hawks le dijo que le gustaría rodar su debut cinematográfico junto a Cary Grant o Humphrey Bogart. "Yo pensé ‘¡Cary Grant sería fantástico! Pero qué pereza Humphrey Bogart…”.

Pero nada de eso impidió que estuviese aterrorizada en su primer día de rodaje de Tener y no tener, de la mano de Bogart y Hawks, en 1944. Bogart la tranquilizó bromeando y tomándole el pelo llamándola por el nombre de su personaje, Slim. Poco a poco fue creciendo una intensa atracción entre Bacall, que entonces tenía apenas 19 años, y Bogart, que además de sacarle 25 años ya estaba casado. Así lo explica Bacall en su libro:

“Fue más o menos cuando llevábamos unas tres semanas de rodaje, ya al final del día, y yo estaba sentada peinándome en el tocador de mi camerino portátil. Bogie entró para darme las buenas noches. Estaba de pie detrás de mí, los dos bromeando como de costumbre, cuando, de repente, se inclinó, colocó su mano bajo mi barbilla y me besó. Fue algo impulsivo (él era un poco tímido), nada de tácticas de lobo al acecho. Sacó un paquete de cerillas desgastado del bolsillo y me pidió que escribiese mi número de teléfono en el reverso”.

Cuando Hawks se enteró de su romance, se enfureció y llegó a tratar de emparejarla con Clark Gable. “A Bogart le gusta su vida tal como está, le gusta beber y le gusta su mujer. Estás tirando por la borda toda una carrera por algo que sencillamente no va a suceder”, le advirtió.

Pero Bacall estaba segura de que Bogart merecía la pena: "Quise darle a Bogie todo lo que no había tenido. Todo el amor hacia un hombre, hacia un padre invisible, que llevaba toda mi vida guardando dentro de mí. Por fin podía pensar en permitirme verterlo sobre un hombre y llenar su vida de risas, calor, alegría y todas las cosas que llevaba mucho tiempo sin tener, si es que alguna vez las tuvo”.

Mientras Bogart combatía su cáncer de esófago, Frank Sinatra siempre estuvo cerca, procurando serles útil. "A Bogie siempre le gustó Frank", escribía Bacall. "Disfrutaba con su lucha quijotesca contra los molinos de viento y le hacía reír". Pero él sabía el verdadero por qué de la presencia de Sinatra. "No crees que venga a verme a mí, ¿verdad?" le preguntó Bogart a Bacall con perspicacia.

Tras la muerte de Bogart en 1957, Bacall se dio de bruces con la realidad de ser una viuda de 32 años con dos hijos pequeños a su cargo. Desconsolada e irracional, la actriz se entregó a un romance volátil y vertiginoso con Sinatra. Decidida a "tomárselo con calma", Bacall aprendió a aguantar el comportamiento imprevisible de Sinatra. "Como pareja éramos combustibles. Siempre que entrábamos en una habitación, la gente se preguntaba ‘¿Estarán bien esta noche?’ Casi se podía escuchar un suspiro de alivio cuando nos veían sonreír relajados”, narra Bacall...

No hay comentarios:

Publicar un comentario