domingo

GEORGE H.WHITE

 

Aunque dentro de las utopías españolas no sea uno de los autores más estudiados, posiblemente por el injustificado estigma de provenir de la literatura popular, Pascual Enguídanos, conocido en el mundillo del pulp como Geogr H.White, fue mucho más allá de las sencillas historias de los bolsilibros vertiendo sus ideas sobre una hipotética sociedad futura presuntamente ideal, aunque en el fondo no lo fuera. Y no sólo lo hizo en la Saga de los Aznar, sino también en otras novelas menos conocidas ajenas a ésta.

Empecemos por la Saga. Como es sabido, en esta larga epopeya espacial su autor planteó un futuro en el que el desarrollo tecnológico es capaz de satisfacer todas las necesidades materiales de la población, una extrapolación de la evolución de la sociedad claramente influida por el mecanicismo racionalista del siglo XIX, que planteaba una mejora continua de las condiciones de vida conforme fueran avanzando la ciencia y la tecnología, pregonado a ultranza por Julio Verne y seguido por la mayoría de los escritores de la primitiva ciencia ficción de su época. Cierto es que a mediados del siglo XX, con dos guerras mundiales pasadas y la amenaza de una tercera por medio, había motivos sobrados para ser menos ingenuo sobre la capacidad de la tecnología mal empleada para provocar desastres; pero Enguídanos, como manifestó en más de una ocasión, era heredero literario de esas tradiciones ya antiguas, pero todavía vigentes en España a causa del aislamiento internacional al que entonces estaba sometida.

Como curiosidad cabe reseñar que a Enguídanos, como hombre de su tiempo, se le colaron algunos anacronismos en su desarrolladísima sociedad: así, pese a su radical igualitarismo que prohíbe tajantemente cualquier tipo de servidumbre, en el ámbito doméstico las mujeres siguen siendo las encargadas de guisar, poner la mesa y fregar los platos y, por extensión, de ejercer como reposo del guerrero. Asimismo, esta sociedad tan avanzada es refractaria a cualquier atisbo de democracia parlamentaria, estando regida por una casta de guerreros carismáticos -los Aznar, sin parentesco alguno con el ex presidente del gobierno- que, por si fuera poco se transmiten el poder de forma hereditaria. Pero para lo que daba de sí la pacata España franquista, era más que suficiente.

No se limitó Enguídanos a esta utopía, ya que a lo largo de su obra nos plantea varias más. Algunas están inspiradas claramente en el mito del buen salvaje, lo cual choca paradójicamente con la fe ciega en el desarrollismo ilimitado de la utopía principal. La primera vez que aparece este tópico popularizado por Rousseau, anterior incluso a la utopía valerana, es con los saissais que habitan en Venus, sojuzgados por los crueles thorbods gracias a su tecnología superior. Ayudados por los protagonistas consiguen sublevarse con éxito, pero la sorpresa llega cuando se descubre que los saissais son descendientes de una antigua y evolucionada raza que, tras verse al borde de la extinción tras una guerra apocalíptica, decidieron apartar a sus descendientes de esta peligrosa senda condenándolos a una vida sencilla aunque, eso sí, manteniendo una vigilancia discreta desde una remota base secreta en la que se mantienen hibernados, para intervenir si lo consideran necesario.

Enguídanos retomó con variantes la historia del buen salvaje en la trilogía de Heredó un mundo, donde el millonario protagonista viaja a Venus con la intención de colonizar el planeta implantando un gobierno utópico regido por él mismo, y en la novela independiente Embajador en Venus , incluyendo también en esta última a los antecesores que renuncian a los avances técnicos para preservar a sus descendientes de los males de una tecnología mal utilizada. Se da la circunstancia de que, al reescribir la Saga para la reedición de los años 70, Enguídanos refundió parte de estas dos historias con la primitiva de los saissais, lo que parece demostrar que le seguía gustando la idea.

Volviendo a la Saga original, también es una sociedad primitiva, o atecnológica, la de los habitantes de Redención, el gigantesco planeta hueco en cuyo interior habitan los tenebrosos hombres de silicio, los cuales son civilizados y cristianizados por los exiliados terrestres dando origen a una nueva raza mestiza. Muy parecidas a ellos son las amazonas que habitan en Exilo, el antiguo planeta thorbod donde son abandonados los Aznares desterrados de Valera, descendientes en esta ocasión de antiguos esclavos terrestres llevados allí por los thorbod en un intento de repoblar sus ancestrales lares tras ser expulsados del Sistema Solar por los valeranos.

Ya en la segunda parte de la Saga, y casi al final de ésta, aparecen los tapos, descendientes de la mezcla de los valeranos con los barptures en el gigantesco circumplaneta Atolón. En este caso su caída en el primitivismo se debe al colapso provocado por el cataclismo que fragmentó el circumplaneta en varios pedazos, pero como quien tuvo retuvo, no tardarán en recuperar con inusitada rapidez el nivel tecnológico perdido gracias a la ayuda de los valeranos

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